El gran reto del Derecho frente a la Inteligencia Artificial
El Derecho a través de las normas y reglas como medio de
organización social ha sido parte de la humanidad desde las primeras civilizaciones; su materialización ha sufrido
innumerables cambios conforme las sociedades avanzan. Desde el código de
Hammurabi en la antigua Mesopotamia, hasta los complejos Tratados
Internacionales que versan sobre temas como Derechos Humanos, Comercio,
Aeronáutica y Espacio, entre muchos otros, el Derecho se ha transformado según
las exigencias de la colectividad.
En nuestros tiempos tal y como
si se tratara de Ciencia Ficción, en países de primer mundo y con gran
desarrollo tecnológico ya se discute sobre la personalidad jurídica que
legalmente se le debería reconocer a los elementos producto de la Inteligencia
Artificial (IA), con el objeto principalmente de regular su desarrollo, limitar
sus capacidades de actuar y establecer responsabilidades sobre sus acciones.
La IA es la combinación de
algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten capacidades
similares a las del ser humano. Sus funciones y usos en la actualidad son
diversas, muchos de los teléfonos inteligentes que diariamente utilizamos,
sistemas de asistencia virtual y aplicaciones poseen ya este tipo de tecnología
que resulta ser parte de nuestra cotidianeidad.
Distintos juristas, políticos y
tecnólogos alrededor del mundo han propiciado discutir sobre la necesidad de
otorgar la condición de persona jurídica al resultado del desarrollo técnico –
científico especializado, es decir a todos aquellos productos que contengan IA.
Así por ejemplo, la eurodiputada Mady
Delvaux ha propuesto: “El
reconocimiento de una personalidad
jurídica específica para los robots, de modo que los más autónomos
puedan ser considerados personas electrónicas con derechos y obligaciones
específicas, incluida la obligación de reparar los daños que puedan causar”.
El acelerado avance que se muestra
en el campo de la robótica producto de la IA, así como los supuestos e
implicaciones que con este derivan, obliga a los sistemas legales a crear
normativa que prevea las consecuencias de su uso e impida que se puedan aplicar
estas tecnologías sin regulaciones. Los principales retos consisten en enmarcar
los estándares éticos para su implementación, así como las responsabilidades
que sobre sus desarrolladores y sobre el producto en sí recaerán en caso de
prácticas inadecuadas de dichas tecnologías.
Resulta oportuno desarrollar algunos
de los puntos principales sobre las cuales versa el debate. La primera puede
enmarcarse en el ámbito filosófico; las regulaciones éticas que delimiten las
capacidades de acción de los desarrolladores tratan sobre la relación de este tipo de tecnologías con
los humanos, o bien valga decir sus creadores. En principio se busca que las
personas quienes tienen a cargo la implementación de este conjunto de técnicas lo
hagan con fines que sean de provecho para la humanidad y no se conviertan en
herramientas que en contraposición a esta intención, causen detrimento a
nuestra especie y tengan implicaciones negativas. Básicamente busca como lo
sugiere The Public Voice en las directrices
universales sobre IA: “Maximizar los
beneficios de la IA, minimizar los riesgos y asegurar la protección de los
derechos humanos”, a través de principios tales como: la necesidad de ubicar
a las personas detrás de la IA, la
responsabilidad, la transparencia y la ciberseguridad.
En otro sentido se busca establecer claramente las obligaciones y responsabilidades de
quienes implementan estas tecnologías, y aunque pueda parecer muy futurista, las de
los productos tecnológicos como tal; es decir esta normativa no se limitaría
únicamente a los tecnólogos o desarrolladores (humanos), sino que además
alcanzaría a los elementos tecnológicos resultantes (softwares, robots,
androides, procesadores, etc).
Empresarios y científicos como Elon Musk y Stephen Hawking han
manifestado su escepticismo con respecto al desarrollo de la IA y sus implicaciones
para el ser humano, por ejemplo, Hawking señalaba: "La creación exitosa de una IA efectiva podría ser el evento más
grande en la historia de nuestra civilización. O el peor. Simplemente no lo
sabemos. Por lo tanto, no podemos saber si seremos infinitamente asistidos por
la IA, o si seremos ignorados y marginados, o posiblemente destruidos por ella".
La cautela sobre el tema radica
en la alta probabilidad que para muchos existe de que la IA logre sobrepasar la
capacidad intelectual humana de tal manera que pierda el humano la potestad de
controlar sus propias creaciones compuestas por estas tecnologías, lo que
supondría un evento altamente funesto en el que podría incluso verse sometido a
la IA y se cree puede evitarse con la regularización de la actividad.
Los escenarios antes expuestos
resultan de mucho interés para los estados y sus sistemas, es un gran reto para
el Derecho una vez más adaptarse a la evolución de la sociedad y sus tecnologías.
Resulta necesario que desde su ejercicio se logre una regulación lo
suficientemente robusta para prever cualquier situación que ponga en riesgo a
la humanidad frente a la IA y sus desarrolladores, que exija actuaciones éticas
y responsables en su implementación y que determine cuáles serán las responsabilidades
a las que se someterán quienes aprovechando estos avances los pretendan
utilizar como medios de desestabilización de los sistemas legalmente constituidos.
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